*Por Dra. Claudia Sotelo Arias

Jimena es una pequeña de cinco años. Es carismática, habla mucho y es muy preguntona. Su arribo a CEEPI se debe a que su maestra está preocupada: la pequeña “no puede” con el  proceso de lectoescritura. “Jime” tendrá que reprobar el segundo grado del preescolar.

Cuando yo la recibo por primera vez en consulta observé que tomó de inmediato los juguetes de Caperucita Roja y  dijo:

“Mira, mira Lobito, porque eres tan malo, yo sólo quiero ser tu amiga y que me acompañes a llevarle estos panecillos a mi abuelita. Te digo una cosa lobito, lobito, lobito, tú no eres tan malo, olvídate de ser malo, acompáñame, acompáñame y dame un abracito, ¿sale lobito?”.

Y al terminar me volteó a ver con sus ojos muy abiertos y me preguntó: “¿Crees que me quiera aunque sea dar un abracito este lobito?”

LOS MOTIVOS DE JIMENA

Al explorar con sus padres en la primera entrevista, resulta que ellos se divorciaron el año pasado pero aún se ven a diario porque tienen que hacerse cargo del cuidado de  sus hijos, Jimena y de su hermano Daniel de ocho años de edad.  Ambos acuden a una escuela bilingüe donde la exigencia académica es muy elevada: entran a las 7 de la mañana y salen a las 5:30 de la tarde, hora en que los recoge su padre y los llevan a clases de regularización. Finalmente llegan a casa alrededor de las 8 de la noche y entre que cenan y  se arreglan, se duermen a las 9  la noche para despertar al día siguiente a las 6 de la mañana.

Quien se hace cargo de la convivencia con los niños de lunes a viernes es el padre, ya que la mamá trabaja y llega  casa después de las 9 de la noche. Los fines de semana, generalmente se van con sus abuelos a una casa de campo donde “disfrutan nadando todo el día”.

Cuando yo escuchaba esta historia me quede pensando justo en el juego de Jimena: ¿en qué momento les dan un abracito no el lobo sino sus papás? O bien, ¿en qué momento la acompañan y pueden ver sus verdaderas necesidades?  Finalmente procedí a hacer mi trabajo y a aplicar una serie de pruebas psicológicas que me ayudaron a encontrar dónde estaba la falla del bajo rendimiento académico de la niña.

ES UNA NIÑA MUY INTELIGENTE

Las pruebas psiconeurológicas revelaban que no existía ningún daño orgánico que explicará la incapacidad para “aprender de Jimena”. Mi segundo grupo de pruebas psicológicas, las de inteligencia, sólo confirmaban lo que la niña me había expresado en su gran capacidad para simbolizar en el juego, tenía un CI de 137 puntos, es decir, se encontraba muy por arriba del Promedio (100 puntos); es una niña muy pero muy inteligente.

Jimena, como muchos niños hoy en día, sufría de la “ausencia de sus padres” y peor aún, de la negatividad de ellos para vincularse amorosamente con su hija. Además de una gran confusión, ellos actuaban como si no estuvieran divorciados.  Según esto tenía todas sus “necesidades cubiertas”, como me lo dijo su mamá: “muchos viajes, escuela, ropa casa, mascotas y más”, pero vivía en una completa soledad que se llenaba de actividades y más actividades que para ella no tienen ningún sentido.  Es una niña sobresaliente; tiene todos los recursos necesarios para aprender e incluso ser la mejor de su clase, si ella lo desea; pero seguramente se pregunta y todo esto para qué o para quién.

Jimena vive una vida programada, en la que nadie la motiva, nadie le pregunta y no sabe cómo llenar su soledad. Entonces para qué aprender, para qué echar a andar sus potencialidades, seguramente sólo le traerá problemas. Podemos deducir que si nuestra pequeña paciente demuestra todas sus capacidades será más demandante con sus padres y ellos terminarán por rechazarla. Al ser una niña que parece ser “tonta”, puede ser un poco más feliz porque no entiende nada de lo que está pasando, ni siquiera aprende a escribir.

CONCLUSIÓN: JIMENA NECESITA A SUS PAPÁS

Los problemas escolares tienen tres fuentes: neuropsicológicas, intelectuales y emocionales. Los psicólogos que trabajamos con niños podemos aplicar una evaluación psicológica para determinar las causas y entonces generar un plan psicoterapéutico que permita ayudar al pequeño.

En el caso de Jimena se llevaron a cabo sesiones de psicoterapia infantil: por medio del juego puede poco a poco  expresar y entender todos sus enojos. Mientras que a la par se trabajó con sus padres. Paso a paso ellos fueron expresando sus temores de ser padres; comenzó a aclarase el motivo de su separación para después ir trasmitiéndola  a sus hijos.

En la actualidad Jimena está más tiempo más con sus papás; conviven con ellos y la comunicación ha mejorado en todos los sentidos. Los padres se asumen como divorciados y son más claros en sus mensajes con Jimena. Un punto fundamental que se definió a raíz de las evaluaciones psicológicas, es que tomaron la decisión de cambiarla a un colegio de filosofía Montessori, ya que se adecua más a su ritmo de aprendizaje. Al final no tuvo que reprobar.

*En éste caso fueron cambiados los nombres de la familia, así como algunos datos relacionados con este caso con el objetivo de mantener la confidencialidad.