Por Mtro. Ángel Tizoc Aguilar

Yo no me puedo me imaginar a los ocho o siete años de edad inscrito en algún club de tareas. Tampoco me puedo vislumbrar inscrito en cursos de inglés, de natación, de baile, de futbol, de Taekwondo hasta más allá de las 7 PM y diariamente. No quiero pensar qué hubiera sido de mi infancia sin los sábados y los domingos llenos de ocio, repletos de horas familiares y de juegos con los amigos de la cuadra.  Estoy convencido que no me hubiera gustado tomar clases sabatinas de lo que fuera. Simple y sencillamente mi infancia en ese sentido fue muy agradable: tuve tiempo de sobra para pensar, para asombrarme, para descubrir el mundo, para divertirme; simple y sencillamente tuve mucho tiempo para ser un niño.

Ahora que soy padre de una niña de cinco años quiero brindarle el tiempo suficiente para que disfrute su infancia. Yo no deseo convertir a mi hija en una niña hiperactiva: la quiero despierta y bien niña. Es que al trabajar codo con codo con las especialistas de CEEPI uno puede observar la cantidad de menores que acuden a terapia psicológica y que padecen el mal infantil del estos tiempos: sobreestimulación. Tres de cada cuatro menores son diagnosticados así.

La realidad muestra que la sociedad mexicana está programando las actividades de los niños como si fueran citas de trabajo y esto no es bueno. Veamos lo siguiente.

¿Por qué tantos niños sobre estimulados?

Muchísimos niños tienen rutinas de actividades extensas todos los días  y esto puede conducirlos a padecer estrés, angustia, depresión y abatimiento. Es que no les estamos dando tiempo para que puedan desarrollar su deseo de conocer las cosas. La creatividad infantil necesita libertad, para que también surja la capacidad de asombro, que es inherente a los niños; ésta también requiere de tiempo libre para explorar el mundo. Al sobrecargarlos de cursos y actividades de todo tipo, lo que hacemos es sobreestimularlos y eso no es bueno.

Vemos que siempre están rodeados de pantallas encendidas (televisión, computadora, tableta, teléfonos, videojuegos). Por si fuera poco, los padres les proponen de forma reiterada innumerables formas de diversión esquematizada (ir al gimnasio, la natación, jugar futbol, los concursos de bailes). Esta hiperactividad sólo está minando su capacidad de intuir, de ser, de plantearse qué quieren ser. Los niños requieren también del silencio y de espacios para conocerse. Ese es el principio para encontrar los propios intereses (vocación), las aficiones o incluso las pasiones. No es nada extraño que en México más del 40% de los jóvenes están eligiendo una profesión ajena a sus gustos y habilidades, con lo cual con certeza serán a futuro adultos frustrados desde el plano laboral.

Las especialistas de CEEPI han detectado que la gran mayoría de los niños que acuden a su clínica están literalmente sobrecargados de actividades. Los excesos no son buenos. Estamos produciendo generaciones de niños y adolescentes hiperactivos, incapaces de cultivar la paciencia que es esencial para tener una vida sana y exitosa. Eso genera a la larga frustración. Es seguro que por este camino tendremos a futuro una sociedad de jóvenes que no sabrán darle sentido a su vida y de ahí surgirán los problemas sociales colaterales: adicciones, posibles actos delictivos, depresión, baja autoestima y más.

¿Cómo cambiar?

Lo que se requiere es de actividades no estructuradas. La diversión es intuitiva; no se puede programar tal como lo hacemos con las citas de trabajo. Los padres sin saberlo están aniquilando su capacidad de crear; en otras palabras, estamos formando sociedades de niños hiperactivos con las consabidas consecuencias.

CEEPI en ese sentido da a conocer las siguientes recomendaciones:

  • Favorecer el contacto social tanto como con la familia como con amistades: no quedarse encerrado en casa.
  • Hay que dejar que ellos lleguen a sus propias conclusiones: los papás no tienen ni deben tener todas las respuestas a sus preguntas.
  • Es indispensable darles tiempo libre no programado. No deben sobrellenar su tiempo con estímulos artificiales; el juego es libre, no se agenda.
  • Es necesario que los niños conserven y fomenten la capacidad de inventar, de “fantasear”, de descubrir y de gestionar su propio tiempo libre.
  • A mayor sobrestimulación, el asombro se pierde.
  • El silencio y el ocio es indispensable para tener una vida sana: las sociedades con mayor horas de ocio son las que han creado un mayor número de inventos e innovaciones tecnológicas.

¿Leyeron el libro de MOMO?

A todos los padres de familia que estén pasando por este escenario les sugiero leer un libro con mucha sabiduría aparte de que literariamente es impecable. Es la pequeña Momo, escrito por Michael Ende (Editorial Alfaguara). Acorde a mi planteamiento, la menor protagonista del relato tiene un problema: le sobra el tiempo para ser niña y para jugar. Además posee otro “defecto”: sabe escuchar a la gente y las personas la buscan para ser comprendidas. También existen unos personajes siniestros como son “Los Hombres Grises” que tratan por todos los medios de ingresar a Momo a la rutina de las personas supuestamente exitosas: son una metáfora que alude al tren de vida actual, donde las personas se olvidan de sí mismas y de los demás en pro de tener una trabajo estable, lo más productivo posible y que viene a ser su principal objetivo de la vida.

Los niños deben aprender a vivir así. Hay que programados desde muy chicos, no hay que dejarlos pensar, ni mucho menos ser niños porque eso es un verdadero peligro para los “Hombres Grises” o aquellos que usurpan el tiempo de las personas para hacerlas engranar en el mecanismo social. Créanme, si no lo han leído, algo les dejará este buen libro; si lo hicieron alguna vez me darán la razón.

Conclusión

Sabemos que muchas veces a los padres de familia no les queda de otra más que enfilar a sus hijos a las extensas actividades que proponen los centros escolares y los clubes. Es peor dejarlos solos y a merced de las malas compañías. Pero sabemos de igual modo que muchísimos papás tienen una incapacidad y muy poca disposición para darles más tiempo a sus hijos; lo que necesitan sus hijos es precisamente tiempo con sus seres queridos y más tiempo para ser niños. Cada uno debe saberlo y el objetivo de este artículo es hacer conciencia en los que aún no se han dado cuenta de esta realidad.

Dar tiempo es desprenderse de muchas cosas porque finalmente vivimos en una sociedad que premia el narcisismo y bloquea lo mejor de toda existencia: tener una infancia siendo niños, no adultos pequeños. Hasta la próxima.